Las vacaciones representan una oportunidad para descansar, viajar o convivir, pero también son un momento propicio para jugar. Según investigaciones citadas por Michel Olguín Lacunza en un artículo publicado en la revista de la UNAM, actividades como los videojuegos, los juegos de mesa y la recreación al aire libre reducen el estrés, estimulan el cerebro y fortalecen habilidades cognitivas.
Desde la infancia, el juego tiene una función esencial en el desarrollo humano. En psicología evolutiva se considera una conducta biológicamente necesaria, no una pérdida de tiempo. En el mundo animal, especies como felinos, cánidos y primates también utilizan el juego para entrenar reflejos, desarrollar habilidades motoras y fortalecer vínculos sociales.
Lejos de ser una actividad exclusivamente infantil, el juego ha sido reconocido por disciplinas como la neurociencia, la pedagogía y la psicología clínica como una herramienta transversal al bienestar en todas las etapas de la vida. En países con políticas de salud mental avanzadas, como Canadá, Finlandia y Japón, las autoridades sanitarias promueven entornos lúdicos en espacios públicos y laborales, considerando su impacto en la prevención del agotamiento emocional, el fortalecimiento de vínculos comunitarios y el aumento de la productividad.
En marzo de 2012, el Parlamento Europeo aprobó la introducción del ajedrez en los sistemas educativos y sociales de los estados miembros de la Unión Europea, al considerar que "el ajedrez es un juego accesible para los niños de cualquier grupo social y puede ayudar a la cohesión social y contribuir a los objetivos políticos tales como la integración social, la lucha contra la discriminación, la reducción de las tasas de delincuencia e incluso la lucha contra diferentes adicciones". Si bien no es una ley vinculante, la declaración exhive el posicionamiento formal del Parlamento en la promoción del ajedrez en escuelas.
En los humanos, el juego activa regiones cerebrales vinculadas con el placer, la motivación y la regulación emocional, incluyendo el sistema límbico y la corteza prefrontal. Esta activación favorece la liberación de dopamina, un neurotransmisor relacionado con la sensación de bienestar, y reduce la presencia de cortisol, la principal hormona del estrés.
Durante años se pensó que los videojuegos eran solo entretenimiento. Sin embargo, investigaciones del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y la Universidad de Oxford indican que su uso moderado mejora la memoria espacial, la atención sostenida y la velocidad de toma de decisiones. Además, los videojuegos cooperativos o de estrategia estimulan la empatía, la resiliencia y la colaboración.
Especialistas en neurociencia cognitiva señalan que "el juego digital puede ser una herramienta de aprendizaje tan poderosa como cualquier otra, si se usa con propósito y moderación". El equilibrio es clave: dedicar tiempo razonable sin descuidar otras actividades ni sustituir la convivencia real.
Por otro lado, los juegos de mesa estimulan la memoria, el razonamiento lógico y la comunicación interpersonal. Juegos como el ajedrez, el dominó o las cartas también favorecen la creatividad y la risa compartida. De acuerdo con la American Psychological Association (APA), jugar en grupo reduce los niveles de ansiedad y fortalece el sentido de pertenencia, clave para el bienestar psicológico.
Observado desde la neuroeducación, el juego ayuda a consolidar la memoria a largo plazo, al asociar el aprendizaje con experiencias placenteras. Por ello, muchas instituciones educativas aplican la gamificación, una metodología que incorpora mecánicas similares a los videojuegos para fomentar la curiosidad, la participación activa y el pensamiento crítico.
Durante las vacaciones, jugar permite reconectar con la parte creativa y curiosa que suele quedar relegada por la rutina. Actividades como armar un rompecabezas en familia o compartir un videojuego entre amigos generan un estado de flujo: una concentración profunda y placentera que disminuye la rumiación mental y mejora el ánimo.
Según la Olguín Lacunza , diversos especialistas coinciden en que el juego tiene un papel preventivo ante el estrés crónico, la ansiedad y la depresión leve. Al liberar tensiones y fortalecer recursos emocionales y cognitivos, ayuda a las personas a enfrentar situaciones futuras con mayor equilibrio.