Aunque la política migratoria varía con el tiempo y depende de cada administración, la decisión tomada durante el gobierno de Donald Trump, que instauró fuertes limitaciones de viaje para ciudadanos de ciertos países, sigue generando discusiones cada vez que esas naciones aparecen en el radar internacional.
Entre los países afectados estuvieron Irán y Haití, dos selecciones que ya tienen asegurado su boleto mundialista. El caso de Irán no es nuevo: históricamente ha estado bajo distintas formas de sanciones y controles migratorios, lo que convierte su participación en un punto de atención tanto para las autoridades deportivas como diplomáticas.
Para Haití, cuya clasificación ha sido celebrada como un hito nacional, también surge la incógnita de cómo se coordinarían los traslados oficiales en caso de que persistan restricciones vigentes en el momento del torneo.
La situación adquiere un matiz adicional con la República Democrática del Congo, que disputará el repechaje y tiene opciones reales de obtener un cupo. Si el equipo congoleño finalmente logra clasificarse, se sumaría al grupo de países cuyos ciudadanos podrían enfrentar dificultades logísticas si su delegación debiera ingresar a territorio estadounidense en el marco de amistosos, concentraciones o actividades oficiales, especialmente si se organizaran allí eventos previos al Mundial.
Aunque las selecciones nacionales suelen viajar mediante gestiones diplomáticas especiales, la presencia de estas restricciones plantea interrogantes sobre los procedimientos, permisos y tiempos que se requerirían para garantizar la participación plena de jugadores, cuerpos técnicos y personal federativo.