
Una investigación publicada en JAMA Network Open reveló que cerca de un tercio de las escuelas públicas de nivel K-12 en Estados Unidos realiza tamizajes obligatorios de salud mental. Estos procedimientos están destinados a identificar signos de depresión o ansiedad entre los estudiantes. No obstante, un porcentaje importante de directores escolares reportó dificultades para asegurar atención posterior a quienes reciben un resultado positivo en dichas evaluaciones.
En octubre de 2024, el equipo de RAND Corporation encuestó a 1,019 directores escolares participantes en el panel American School Leader. Esta muestra representa de forma nacional a instituciones educativas públicas. La investigación indica que 30.5% de los directores afirmó contar con una política institucional la cual requiere evaluaciones sistemáticas de salud mental escolar en sus centros.
Ante un resultado positivo, 78.6% de los directores señaló que los padres o tutores suelen recibir una notificación. Además, más del 70% afirmó que sus escuelas ofrecen algún tipo de atención presencial a menores quienes presentan síntomas. En contraste, 53% indicó la posibilidad de derivar al estudiante con profesionales externos especializados.
Pese a esos mecanismos de intervención, el estudio reveló una limitación significativa: el 39.7% de los directores consideró "muy difícil" o "algo difícil" asegurar que los estudiantes reciban atención adecuada tras la detección. En oposición, el 38.4% de los encuestados indicó que lograr esa conexión con servicios médicos es "fácil" o "muy fácil".
Según los investigadores, estas respuestas reflejan múltiples obstáculos para lograr un proceso continuo entre detección y atención. Jonathan Cantor, autor principal del estudio y experto en políticas de RAND Corporation, indicó que "hay múltiples barreras para los tamizajes de salud mental en las escuelas, como la falta de recursos, el desconocimiento de los métodos de evaluación y las preocupaciones sobre el aumento de carga laboral al identificar estudiantes".
El estudio también identificó diferencias en función del tamaño de la escuela y su composición demográfica. Las instituciones con 450 estudiantes o más registraron tasas más altas de aplicación de evaluaciones, al igual que los centros ubicados en distritos con predominancia de grupos raciales o étnicos minoritarios.
A medida que las evaluaciones se convierten en parte de la rutina escolar en Estados Unidos, el reto central se desplaza hacia un terreno más complejo: garantizar rutas eficaces de atención después del diagnóstico. La continuidad en ese proceso podría ser determinante para cerrar una brecha que aún permanece abierta dentro del sistema educativo. (Notipress)