
Las representaciones mediáticas del padre como figura torpe y prescindible no son solo un recurso cómico. Según analistas culturales, forman parte de una tendencia que contribuye a la desvalorización del rol paterno dentro del hogar. Personajes como Homero Simpson, Peter Griffin o Hal Wilkerson presentan a los hombres como incompetentes, y este tratamiento, lejos de ser neutral, estaría afectando la percepción social de la paternidad.
Durante una reciente ponencia, el analista Terry Schilling advirtió que esta caricaturización del padre coincide con el auge de lo que denominó "complejo industrial de destrucción y distracción". Este conjunto de industrias incluye plataformas digitales, apuestas en línea, pornografía gratuita y videojuegos. En sus palabras, estas actividades atrapan a los hombres en un ciclo de adicciones que los convierte en versiones reales de los mismos estereotipos que consumen.
A juicio de Schilling, estos patrones fomentan un bucle de autodesprecio que aleja a los hombres del matrimonio y la formación de familias. "Los hombres atrapados en estas adicciones son menos aptos para el compromiso conyugal y, como resultado, menos propensos a formar hogares estables", afirmó. Esta tendencia alimenta, a su vez, la caída en las tasas de fertilidad a escala global.
Investigaciones citadas por el Instituto de Estudios sobre la Familia (IFS) muestran que el matrimonio sigue siendo el principal factor que predice la natalidad. De acuerdo con el demógrafo Lyman Stone, "el 75 por ciento del descenso en la fertilidad mundial puede atribuirse directamente a la caída en los matrimonios". Además, el número de matrimonios sin hijos alcanzó cifras récord tras la pandemia, equiparables solo al periodo de estanflación en los años setenta en Estados Unidos.
Incluso, el Día del Padre hasta lo utilizan los del lado oscuro, hackers roban datos enmascarando emociones.
En ese contexto, planteó que la solución pasa por intervenir en las dinámicas culturales y económicas que empujan a los hombres fuera de la vida familiar. En un artículo publicado en el Instituto Mises, el autor destacó que Schilling pidió una regulación más estricta sobre la tecnología adictiva y subsidios estatales equivalentes a los que actualmente se destinan a grandes corporaciones. También propuso incentivos directos al matrimonio como vía para estimular la natalidad.
Sin embargo, el diagnóstico enfrenta un límite estructural. Si bien los subsidios pueden modificar conductas, no generan vínculos afectivos genuinos. Según algunos críticos, la raíz del problema no reside exclusivamente en la representación cultural ni en la falta de políticas, sino en una economía que desvaloriza el trabajo no remunerado en el hogar, tanto de madres como de padres.
Autores como Claudia Goldin han vinculado este fenómeno con el auge del sistema financiero. Desde la creación de la Reserva Federal en 1913, argumentan, el valor del trabajo doméstico cayó progresivamente frente al trabajo remunerado, desplazando a los adultos del hogar hacia el mercado laboral. Esa dinámica, combinada con los beneficios estatales para hogares monoparentales, ha contribuido a la desintegración del núcleo familiar tradicional.
Así, en este contexto, las adicciones digitales no serían una causa aislada, sino el síntoma de un entramado mayor. Para revertir la tendencia, advierten expertos, no bastan cambios culturales ni subsidios puntuales. Haría falta una transformación más profunda en la manera en que se valora la paternidad y la vida en familia dentro del modelo económico vigente. (NotiPress)