En 2024, Elon Musk sacudió a la opinión pública, al admitir que consume ketamina bajo supervisión médica para tratar episodios depresivos. Pero el 30 de mayo de este año, durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca, Musk desestimó un informe del New York Times que afirmaba que había consumido drogas como ketamina, éxtasis y hongos psicodélicos mientras apoyaba la campaña de Donald Trump. Cuando un periodista le preguntó al respecto, Musk interrumpió diciendo: “¿Es eso de The New York Times? ¿Es esa la misma publicación que ganó un premio Pulitzer por informar falsamente sobre el Russiagate? Sigamos adelante”.
Como consecuencia, la noticia encendió el debate internacional: ¿es la ketamina una alternativa médica válida o una peligrosa droga?
Ketamina, de anestésico a tratamiento para la depresión
La ketamina fue sintetizada por primera vez en 1962 como un anestésico general de rápida acción. Durante décadas ha sido utilizada tanto en medicina humana como veterinaria. Su principal característica es que provoca un estado de disociación: el paciente se “desconecta” de su entorno, por ende del dolor, sin perder funciones vitales.
Desde hace años se utiliza en medicina para cirugías y como analgésico, pero en la última década ha ganado atención por su potencial para tratar trastornos psiquiátricos, especialmente la depresión resistente a otros tratamientos.
En una entrevista en 2024, Musk explicó que usa ketamina para salir de episodios depresivos que no están vinculados a eventos negativos externos, sino a un desequilibrio químico en su cerebro.
Y es que, en dosis controladas, también tiene efectos antidepresivos y ansiolíticos. Pero en dosis elevadas, la ketamina puede provocar alucinaciones intensas, distorsión de la percepción sensorial y pérdida de la conciencia del entorno.
La ciencia ha publicado más de 1800 estudios sobre ketamina, explorando su eficacia no solo en depresión, sino también en trastorno obsesivo-compulsivo y otras condiciones, con resultados prometedores en dosis controladas y bajo supervisión médica.
Riesgos y preocupaciones: ¿dónde está el límite?
Sin embargo, expertos también alertan sobre los riesgos de un uso no regulado. La ketamina también es una droga popular en fiestas, conocida como "Special K" o "Kit Kat", y su consumo ilegal ha aumentado dramáticamente en los últimos años, con un incremento del 349% en decomisos en Estados Unidos entre 2017 y 2022. Esta ketamina ilícita suele estar adulterada con sustancias peligrosas como fentanilo, elevando el riesgo de sobredosis y efectos adversos.
Los efectos secundarios pueden incluir agitación, depresión, dificultades cognitivas, amnesia y, en casos de sobredosis, pérdida de conciencia y depresión respiratoria. Además, algunos usuarios presentan trastornos visuales persistentes semanas después del consumo.
El problema radica en su potencial adictivo y los daños físicos. Estudios clínicos han demostrado que el uso crónico de ketamina puede provocar deterioro cognitivo, inflamación de la vejiga, insuficiencia hepática y trastornos psiquiátricos. Además, su uso recreativo incrementa el riesgo de sobredosis, accidentes y dependencia psicológica.
Y en México, ¿qué dice la ley?
En México, la ketamina está regulada por la Ley General de Salud. Está clasificada como una sustancia psicotrópica de uso controlado, por lo que su venta y prescripción sólo es legal mediante receta médica especial. Su importación, almacenamiento y distribución están supuestamente bajo vigilancia de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS).
Sin embargo, informes de la Secretaría de Marina y la Fiscalía General de la República han detectado su creciente presencia en decomisos relacionados con fiestas clandestinas y tráfico de drogas sintéticas.